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miércoles, 7 de octubre de 2009

Sucia Argentina

Crisis institucional


La confusión crece diariamente, el desconcierto gana la calle, la incredulidad de los Argentinos, aquellos que logran “safar” de circunstancias graves que lo agobien aún más, muestran en sus rostros los rastros de una situación que sé esta haciendo insostenible para la cual nadie parece hallar un remedio viable como para enfrentar éste flagelo que está socavando nuestra Nación.



La crisis que asola nuestro país y que la que hacemos mención en el copete no nace solamente porque la corrupción se ha enquistado en todos los estamentos del poder y en la ciudadanía que en su inacción permite que estos personeros del caos se entronen y actúen con total impunidad.
La corrupción es funcional a los poderosos y para que esta exista deben gestarse acciones para minar aquellos valores éticos y morales que la sociedad tiene como anticuerpos para combatir aquellos excesos que la perjudican.
Quién ha viajado por otros países sabe la poca prensa que el nuestro tiene en la primera plana de los grandes medios gráficos del mundo. Sin embargo en el término de una semana el prestigioso diario “El País” de España y el Washington Post de Estados Unidos han ocupado su primera plana con la alarmante situación que vive nuestro país.
Claro que sendas notas no han sido para preocuparse por nosotros sino para preguntarse ¿Qué nos pasa a los Argentinos?
¿Cómo hemos llegado a estar en ésta situación? Cuando después de 1983 lo teníamos todo para construir, o reconstruir, nuestro anhelo de país.
Puede ser que por el capricho obstinado de dos o tres personas y la obsecuencia cómplice de unos cuantos enquistados en el poder y los negociados del poder, todo el país se encuentre como rehenes pasivos.
Ciudadanía que impasibles observan como se debilita, deteriora y consume un bien ganado bienestar comercial, perdiendo mercados externos y la producción interna con las constantes actitudes desgastantes entre el Ejecutivo y las partes involucradas.
El obsceno poder ejercido desde la Casa Rosada sobre los Estados Provinciales que mendigan las coparticipaciones y que cuando las reciben la malgastan en la corrupción, que los amigos del poder central alimentan para mantener la hegemonía malsana del poder, genera el sufrimiento de nuestros comprovincianos que poco o nada pueden hacer por cambiar la situación.
Hace un tiempo escribí una nota cuyo título fue esta pregunta: ¿Estámos ante una nueva batalla de Caseros? Y hoy debo preguntarme si aquella pregunta no se mantiene vigente y ahora más vigente que nunca, dado que los niveles de inseguridad, corrupción y deterioro social se han incrementado en forma alarmante.
Existen algunos atisbos de seriedad jurídica, plasmadas por algunos jueces que se encuentran actuando, tal como les corresponde a su función, en el marco de causas que están desnudando la mugre que existe detrás del poder político de turno.
Parecería que los argentinos no hemos aprendido nada de la historia reciente, que la muerte de tantos idealistas y defensores de las instituciones, cada uno de los cuales murió luchando por defender aquello que creían justo, equivocados o no, ha sido en vano.
Nosotros parecemos ignorar que somos los herederos del dolor, que no sólo las madres o abuelas de uno y otro bando son receptoras de ese dolor y ese compromiso para con nuestro destino.
Usted, yo, todos somos responsables por lo que nos pasa y nos pase, todos debemos ser artífices de nuestro presente, dejar hacer a otros es desconocer que vivimos en sociedad y esto exige participación y compromiso.
Pertenezco a ese grupo de hombres que poco y nada pudo cambiar y cuando lo intentó asumió los caminos equivocados, algunos idealistas cometiendo errores juveniles y otros haciendo ejercicio del poder absolutista, pero en definitiva errores que hoy estamos pagando caro.
Como dijo un “Iluminado” político argentino “... estamos condenados al éxito...” ¿Cómo podemos ser tan obtusos? A la hora de concertar un destino común de trabajo mancomunado, consolidar a través de él una posición en el mundo que bien nos habíamos ganado y hoy, hemos perdido.
Las frases de nuestros iluminados abundan, pero nunca tan certera como aquellas palabras del Chaqueño Luis León cuando expresó: “... La culpa no la tienen los gringos que nos compran sino los criollos que nos venden ...”
Es verdad porque el grado de deterioro institucional, moral, ético o principista a la que ha llegado nuestro país no se logra sólo con el esfuerzo negativo y mercantilista de unos pocos que trabajan para sus propios intereses sino con la complicidad de todos nosotros que los dejamos adueñarse impunemente de nuestras vidas.


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