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lunes, 28 de mayo de 2018

La Reina del Plata


Buenos Aires, mí ciudad.



La Reina del Plata


Buenos Aires hace años que dejó de ser la ciudad portuaria de antaño, aquella por la cual nacías, “Porteño”; el paso del tiempo modificó el comercio, mientras la industria y la tecnología, cambiaron las reglas del juego entre las grandes potencias que se diputaban nuestros productos, en especial cárnicos.

El porteño, genéricamente hablando es, para la sociedad global, aquel que vive en la actual “Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, sin preocuparse si nació en ella; Tal como lo fue siempre para nuestros con-provincianos.
Hoy, Buenos Aires Capital; como lo fue para los de mi generación, hasta que las luchas del poder político, quitó al ejecutivo nacional, el poder de designar jefe comunal.
Así, éste pasó a ser elegido por sufragio de los habitantes de la ciudad y se le cambiaría a la denominación a la actual.
Los porteños, de ahora, evalúan su pertenencia citadina por el amor a las cosas simples que Buenos Aires nos ofrece y hace sufrir; por lo menos es aquello que me sucede a mí que, estoy lejos de ella.
Sí, los actuales “Porteños” en su gran mayoría somos producto de la migración interior, en busca de la soñada Buenos Aires, donde uno se hace y no se nace.
Como buen ejemplar del interior, provinciano,  para que todos entiendan, llego a radicarme en ella a los finales de la década de los setenta, recién llegado de un viaje Latinoamericano.
Me reencontré con mi familia, venida también del interior y nos instalamos en ella en el barrio de Villa Urquiza, luego Vicente López y finalmente, La Boca.
Esto sólo a título de que el lector sepa que soy un “Porteño moderno” quién, sin embargo siente que tiene muy ganado ese rótulo, ya que nació en un puerto de pescadores, inmigrantes Italianos,  después en la ciudad, en transición a la moderna Buenos Aires, viví como dije en su puerto antiguo, hoy barrio de la Boca.
Sin embargo, nada de esto adquiere importancia a la hora de evaluar ver o sentir esa extraña relación amorosa que vivimos con la ciudad; será por aquello que todo amor es conflictivo, complicado.
En mi caso comenzó estando lejos de ella, de mi familia, de mis afectos y aún continúa. Los pocos años, intensos que viví en ella fueron muy buenos.
Después esa misma vida me llevó por un derrotero distinto, que yo no había programado para mí, me fui a vivir a la Costa Atlántica, en el 95…  aún extraño mi ciudad; si, mí ciudad, cada vez que podía regresaba, cuando los años y mis achaques todavía no habían hecho estragos y podía tener autonomía propia.
Siempre ha sido un placer indescriptible para mí poder recorrer sus calles y sacar fotografías de su arquitectura, la grandiosa ornamentación de casonas, verjas, puertas, solía hacerlo para agrandar mi Banco de Imágenes, del que viví profesionalmente varios años, allí donde está el fuerte de la industria editorial.
Solía recorrer Flores o Floresta, donde aún perviven los antiguos caserones y casonas del Buenos Aires señorial de los siglos XVIII y XIX; haciendo fotografías de esas construcciones, sus parques y jardines, que aún se conservan.
Así como la Pizza, en Buenos Aires se siente única, sucede lo mismo con el café al que estamos acostumbrados; como se imaginaran no existe otro lugar en América donde se pueda tomar “Café exprés a la Argentina”, por lo menos no en Sudamérica, y gran parte de E.E.U.U.
En Chile inauguraron en el 76/77 el café Haiti Paseo Ahumada 140, Santiago exclusivamente para servir y ofrecer el café expreso que no se consumía allí, cuando lo recorrí no se conocía otra cosa que el Nescafé instantáneo y tuve la suerte de estar presente para la inauguración del “Café con Piernas” por las pololas con minfaldas que atendían. Pero sólo era café, sin la impronta Argentina.
El café en cualquiera de los Bar Suarez de la ciudad o en cualquier lugar en el que lo sirvan tiene un sabor y un espíritu distinto al mismo café servido fuera de Argentina.
Ni hablar del ritual del café; cuando se habla de tomar un café; se hace referencia al lugar o establecimiento, nó a la infusión de café, En Buenos Aires,  no es lo mismo reunirse con un amigo en una confitería moderna, que hacerlo café Suarez de esmeralda y Lavalle o en el Café de la Paz.
En cambio si se quiere saborear un buen café de fieltro, al paso, te encontras con tu amigo en la esquina de Corriente y Talcahuano, para ir a Ouro Preto; temprano por la mañana es el mejor horario para tomar un muy buen café de fieltro; por la tarde suele estar recalentado.
San Cristóbal, Montserrat, Constitución, San Pedro Telmo, toda ella me enamora;  si la estupidez y la desidia de los políticos no los lleva a quitarle ese encanto, seguirá siendo La Reina del Plata.
























El disparador de esta nota fue el joven Gabriel Borghese, radicado en Italia que nos deleitó con la foto de sus Pizzas, mi mente rápidamente utiliza el fluir de la conciencia para conectar, mis sentidos y sentimientos,  con la mejor pizza que comí en mis 74 casi 75 años de vida.
Existen dos formas de degustar una Pizza, Clásica de mozzarella, con salsa  o sin ella; también están las pizzas “floridas” estilo Banchero, (Famosa cadena gastronómica) u otros sitios de la ciudad, llamadas así por la variedad de elementos, juntos o individuales, que las componen.
Después de este párrafo es obligación especificar que para el que escribe sólo hay una Pizza, la de Mozzarella, con o sin salsa;  las otras variedades son un sucedáneo para captar otros paladares para el negocio gastronómico.
Sabores agridulces con ananá u otras frutas o espinaca,  cebolla; en fin hay para tos los gustos y paladares, en cambio el hombre de Buenos Aires degusta la clásica mozzarella, media masa, sin salsa con un toque de aceite de oliva, sobre la ya dorada mozzarella y un suave toque de orégano.
El ritual del medio día, cuando las fluctuantes situaciones económicas lo permitían: Se solicitan en la caja las porciones que uno espera comer, y un vaso de “Moscato”, el vino dulce de postre,  clásico acompañante de este bocado de Cardenal que generalmente no comen los cardenales,  ya que no son de ver por las cuartetas y aquí es el único lugar donde pueden hacerlo.
Esta forma de comer dos o tres porciones de mozzarella con moscato no pude hacerse todos los medios días por la pesadez que uno comienza a tener momentos después no recomendable si debe seguir trabajando.
Para esto no hay, envíos hay que pasar y, de parado, dorapa al mostrador, o esperar y sentarse en las mesas individuales, si usted está solo;  si por el contrario se encuentra en familia, o con un grupo, puede pasar al salón comedor.      




         Para comer, esta lograda variedad de la clásica pizza nos debemos dirigir a “Las Cuartetas” corrientes al 900; allí se realiza la mejor pizza de media maza de mozzarella sin salsa que se puede comer en la ciudad.
Por el contrario si usted es de aquellos que les gusta un toque de salsa de tomate sobre la mozzarella y masa a la piedra, deberá dirigirse a Güerrín, corrientes 1.300; para vos Gabriel que estás allá, la podes encontrar en Güerrín Milán.
        Por supuesto que en ambas pizzerías podrá solicitar aquella variedad, al gusto que usted prefiera, pero, cada casa de pizzas se especializa y logra atraer a sus comensales permanentes con sus especialidades que, por su afluencia y el boca a boca, convocan al turismo. 
Yo solía “Irme de “Tapas” como dicen en España, al salir de la redacción, con amigos con los que trabajaba; durante el año 92 la redacción estaba frente al obelisco, cerrito 520, así que para engañar al estomago y  llegar a mi casa a cenar, fuera de los días de cierre de edición si salía a un horario prudencial; dos porciones de pizza y el vaso de Moscáto, ya que siempre utilice transporte público.
Oportunamente, cuando puedo viajar a buenos Aires, tengo dos paradas obligadas, ver a mi familia, hijas e hijos, mis nietas, nietos, después hacerme una escapada  a Las Cuartetas y Güerrín,  absorber en pocas horas, un milésimo del bello encanto caótico de la ciudad; como si intentara regresar a los buenos años, que jamás, nunca jamás, regresan.
Pero por un breve y fugaz momento, regreso a ellos, afectos, aromas y sabores, de mi ciudad.

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