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jueves, 29 de enero de 2015

La verdad nos hará libres


 En este mundo …No siempre.

Hace unos días termine de leer la traducción del  “Evangelio de Judas” (Iscariote)en la edición que realizo en forma especial, con la introducción de Marvin Meyer, National Geografic; Ya había leído otros textos sobre este hallazgo y el libro de Elaine Pagels y Karen L. King donde hacen mención a esta traducción que por suerte, para mi satisfacción, me acercó un amigo.

Tener en posesión este material es, para la humanidad, una segunda oportunidad para revertir errores del pasado, sin embargo sí creo conocer a mis coterráneos el mensaje será desestimado.
Como es de esperar, desde aquel 2006 comenzaron a aparecer traducciones del “Códice Tchatcos”,  (Así se denomina el conjunto de libros antiguos) que, como en este caso, contiene entre otros textos, la traducción en copto (Egipcio antiguo), tomada de la copia original en griego, que por lo que hasta el momento se sabe, se copió en el Siglo II/III d.C. del “Evangelio de Judas”.
Muchas voces se hicieron escuchar sobre la aparición de estas ediciones surgiendo calificativos de todo tipo para denostar, descalificar estos trabajos.
Una de esas llamadas de atención fue la de los profesores Isla Carroll y Percy E. Turner de Estudios Bíblicos en el Departamento de Estudios Religiosos en la Universidad de Rice, quienes no sólo cuestionaron la edición sino la traducción. (Tema que abordaré más adelante) 
Recientemente aconsejé leer el “Evangelio de Judas” a las nuevas generaciones, en un intercambio de opiniones en Facebook; ahora quiero dar las razones por el cual recomiendo su lectura.
Los que me conocen saben de mi respeto por las opiniones personales, que cada uno adopta para mantener la cordura y ecuanimidad en esta vida.
Esta forma de negar y rechazar fue un artilugio utilizado en la época en la que este evangelio se leía en las reuniones en los albores del naciente Cristianismo en pugna con aquellos que se arrogaban la autoridad para crear una iglesia y darle su forma según lo que creyeran adecuado.
Surgieron los llamados “Padres de la Iglesia” quienes se habían nombrado a sí mismos o fueran nombrados por sus pares “Obispos” y se dedicaban a negar todos los textos que no respondieran a sus pensamientos radicales.
Esta época oscura del cristianismo primitivo estaba plagada de muerte, luchas, incertidumbre, intereses no siempre sanos y justos.
Uno de esos “Padres de la Iglesia” en formación fue un destacado obispo de una remota región de la Galia, (actual Francia) del Imperio Romano, llamado Ireneo, (Como en esa época las personas no usaban apellido era normal que la identificación se realizaba por el lugar donde vivía o de procedencia, en este caso, Lyon.)
Ireneo de Lyon, fue un defensor e impulsor de la naciente iglesia de Roma, fanático perseguidor de los que para él profesaban ideas contrarias a aquellas que intentaban imponer, donde la doctrina y las lecturas fueran dictadas y autorizadas por ellos, únicos capaces de hacerlo.

Odiaba y rechazaba todo lo que no se encuadrada con esas ideas o doctrinas, caratulándolas como “Herejías”, en particular a quienes se oponían a la representación del clero y a la estructura eclesiástica.
En su tratado “Contra las herejías” del siglo II d.C. ya hacía mención a un texto que circulaba entre unos herejes “Caínistas”, estos grupos seguidores de Caín, supuestamente los investigadores no saben si existieron o fue un invento de Ireneo.
Estos Evangelios recientemente puestos al público nos aportan una cuota de verdad y seriedad en este mundo de intereses encontrados que tanto daño  hicieron.
Se dice que “… Nada nuevo hay bajo el sol” el contenido de los  Evangelios de Judas y María Magdalena estaban presentes, en forma dispersa, fraccionada, subrepticiamente velada, en las ideas “Gnósticas” en el pensamiento “Cataro”, (En muchos textos primitivos que sobrevivieron como los de Nag Hammhadi) que todo aquel que lleva la semilla de la duda sobre el devenir del mundo, conoce.
Debemos tener en cuenta que la estructura del Cristianismo y la Iglesia, tal cual lo conocemos hoy, fue el fruto de cientos de años de enfrentamientos donde los ganadores impusieron a sangre fuego su propia historia.
Este hecho no invalida la existencia de “Otra historia” que merece ser conocida y no puede seguir siendo acallada
Estas ideas totalitaristas y absolutistas que ocultaron la existencia de estos textos y acallaron la voz de los hombres y mujeres que los respetaban, son las mismas ideas que forjaron la creación posterior de la “Santa Inquisición”.
No obstante, reafirmar estas ideas con las palabras directas, de primera mano, sobre un personaje histórico tan estigmatizado como Judas Iscariote, de quién las redactó hace dos milenios, es maravilloso.
Dos mil años después estamos ante una verdad oculta que ahora podemos develar, atesorar y utilizar para revertir pensamientos nefastos que el hombre utilizó para sus propios intereses mezquinos.
Quizás nada cambie, todo siga igual, pero para aquel que los lea con mente abierta y un dispuesto corazón a entender y aceptar, nada será igual en lo sucesivo; quizás entonces la verdad nos hará libres.
Como siempre digo, de nosotros depende. 

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