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jueves, 22 de abril de 2010

Epistemología y conocimiento

El saber como objetivo

La reciente polémica desatada en la Universidad de Córdoba reflota un viejo prejuicio “profesional” o academicista que asiste a los defensores de un sistema que intenta perpetrarse y mantenerse con las bases sustentadas en el saber “reconocido” impidiendo que lo nuevo, aún aquello que tiene milenarias prácticas o simplemente aquello que aún no comprendemos por falta de experiencia un más amplio saber, ingrese en nuestro bagaje de nuevos aprendizajes.

Ruben A. Spaggiari para D21/fps y la Web:

Para las nuevas generaciones quizás no signifique nada más que una nueva polémica entre dos jerarcas universitarios que se encuentran cuidando sus sectores de pertenencia. Quizás pueda parecer así para quien no conoce a Mario Bunge, pues sabría que no es un individuo mediático, afecto a las cámaras, la prensa o la publicidad. Portada del diario Clarín que generó esta nota
Por ese motivo no es poca cosa que apareciera desde su lugar de residencia en Canadá para salir a polemizar por la línea formativa universitaria Argentina, en particular por la aplicación de cursos de disciplinas alternativas o “No convencionales” en la universidad de Córdoba.
Según lo expuso el Diario Clarín, en su pagina 33 del miércoles 21 de abril. el epistemólogo argentino habría manifestado al periodismo ante la actitud asumida por las autoridades de esa casa de altos estudios: “... No es posible que permitan este asalto a la modernidad ...”
“... A partir de esto se debería revolucionar toda la universidad: La de química cambiaría por la de alquimia y a la de psicología por la de parapsicología. Deberían reclamar la contrarreforma y volver a la edad media...”

Estas palabras expresadas por un epistemólogo, disciplina o profesión que lo define como un estudioso del conocimiento científico, son graves y más aún cuando quién las expresa es observado como un referente para la cultura occidental actual.
Sin embargo parecería ser que Bunge tiene armado su propio esquema científico para defender su sector de intereses o de lo contrario a perdido su capacidad para evaluar la evolución científica.
La Universidad McGill, Montreal, Canada deberá asumir que aún cuando le convenga la publicidad, esta no es beneficiosa ya que habla de un pensamiento retrogrado, troglodita, -con perdón- en un hombre que, sobre todo en Canadá debería venerar las nuevas oportunidades y herramientas que aporta, muchas veces, lo inexplicable, que brinda al ser humano la oportunidad para interactuar con el saber aceptado y evaluar nuevas incorporaciones.
En un mundo que busca desesperado abrevar en la fuente del saber para encontrar el rumbo correcto hacia el futuro, las palabras de Bunge son una bofetada a la humanidad y puede tomársela como una exabrupto producto de la vehemencia o el compromiso, como las de tantas que pueden escucharse o leerse pero no siempre las expresa un individuo de peso como Bunge.
Los Canadienses deberían estar sumamente ofendidos con estas expresiones ligeras del filósofo, ¿Cómo queda el Dr. Emersson, padre de la Arqueología Canadiense? Que a sus ochenta años, cuando podría haber recogido sus logros sin preocuparse se valió de técnicas no convencionales para sus trabajos en las aldeas iroquesas y según sus palabras: “... Le hice ahorrar a mi país miles de dólares en trabajo ocioso, yendo directamente a los sitios correctos...” y a partir de allí demostrar que existen posibilidades de aplicar nuevas herramientas para el saber científico.
Ignora Bunge que la acupuntura China es en su país de origen una de las prácticas médicas más extendidas y que ha dado muestras de su efectividad tras milenios de su práctica.
Ignora Bunge que en la China moderna un médico debe ser instruido en las disciplinas médicas chinas y occidentales y que la una sin la otra no son reconocidas o válidas, pero que aún subsisten en el amplio territorio chino, profesionales de la acupuntura que no tienen una instrucción academicista y la practican con la aprobación del Estado.
Olvida Bunge que un gran número de médicos occidentales han viajado a China para adquirir estas prácticas empíricas de los propios practicantes y muchos de ellos la utilizan en sus practicas actuales.
Acaso no sabe Bunge que el Dr.David J. Sussmann o Carballo quienes en Buenos Aires crearon la Sociedad Argentina de Acupuntura la practicaron y difundieron desde hace varios años.
En momentos que en los grandes centros asistenciales de Inglaterra se intenta rescatar a los médicos naturales para que contribuyan con su saber a paliar la deficiencia o el abismo que esta creando la tecnificación de la práctica médica, entre medicina y paciente, tema que preocupa a la antropología médica en el mundo.
En una etapa donde en Francia, Michael Onfray crea una Universidad basada en brindar saber desafiando a los claustros académicos, fundó una Universidad o una unidad de enseñanza donde no se toman exámenes ni se otorgan títulos, solamente se brinda saber, se llama Universidad Popular de Caen.
Es sumamente extraño que Bunge que además de Epistemólogo, filósofo, es Físico, quiera hacernos ignorar que fue justamente la alquimia la que creó o sentó las bases de la moderna Química.
Es extraño además que bregue en contra de la Medicina Ayurvédica que desde milenios es utilizada en la India con los principios naturales que hoy, nuestros pobres conocimientos y nuestra soberbia, nos impiden justipreciar, pero jamás deberíamos desconocer, máxime si pensamos que nos hallamos en un continente de una botánica majestuosa que podría aportar adelantos o progresos inconcebibles, como ya lo observaron los botánicos enviados por la corona de España y Francia en el siglo XVIII y lo atestigua la farmacopea mundial.
Está demasiado claro, porque es muy evidente que defiende intereses sectoriales como “comedido” o “invitado de piedra” de un sistema que se encuentra en un profundo cambio, situación que no gusta a muchos “dinosaurios” o leguleyos que pretenden ser repositorios del saber absoluto.
Para terminar y no dar más valor a tamaña erudición me tomo el atrevimiento de transcribir un párrafo del prólogo que Florencio Escardó, decano de médicos y profesionales de la medicina, escribió para el libro de Sussmann.
“La Medicina sólo tiene sentido ordenada a su objeto: la curación de la enfermedad y la preservación de la salud; todo la aparte de esta primordial obligación la falsea y pervierte. La Medicina debe ser definida como un menester cultural aplicado; sus relaciones con la ciencia quedan estrictamente limitados a la cantidad y calidad de ciencia aplicable que cada momento de la cultura es capaz de manejar. Galeno que era romano describió al cerebro como un sistema de acueductos; Descartes, en el auge de la óptica, lo hizo centro de los reflejos; más modernamente con la introducción de la electricidad como un sistema energético de cables y circuitos, hoy nos lo ofrecen como un aparato cibernético... Cada vez la descripción fue útil para razonar, pero estrictamente ligada ala visión cultural dominante.
En la práctica médica sólo tiene valor lo que sucede; a este respecto señala Milic Capek en su fundamental libro “El impacto filosófico de la física contemporánea”: “La distinción cartesiana entre lo mental y lo físico debe ser abandonada, porque en cualquiera de los dos reinos el concepto de suceso se hace fundamental”; a pesar de lo cual el pensamiento médico se sigue moviendo desde una ya perimida definición de ciencia que le impide ver como sucesos, practicas tales como la acupuntura, la homeopatía o el método Vittoz...”
Prólogo al libro ¿Qué es la Acupuntura” David J. Sussmann Kier - 5 de diciembre de 1971. Florencio Escardó Medico Pediatra Fue decano de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Ares y reconocido innovador de su tiempo.
Gustavo Irico, hace bien en abrir las puertas al saber, esto permite adquirir una visión más acabada del contexto cultural en el que se inserta la disciplina que practicamos, que jamás tendrá otro objetivo primigenio que servir a la sociedad que nos contiene.
Siempre recuerdo las palabras que me dijera Florencio Escardó cuando colaboré con él en su consultorio de la Av. Santa fé, Buenos Aires, en oportunidad de incorporar equipos generadores de iones a sus prácticas para tratar ciertas afecciones de la piel, soriasis, con bastante éxito en sus pacientes, le pregunté el motivo para usarlos y me respondió entre otras cuestiones: “... Si me dicen que aplicando un sapo en la pancita de un niño puedo curarlo, primero le pongo el sapo, después me pongo a analizar cuales son los motivos por el que se cura ...” y me repetía: "...existe una sola medicina la que cura..."
Recomiendo a quienes interese el pensamiento sobre una ciencia y medicina humanista y moderna leer el referido prólogo al libro que me referí anteriormente.
"... Sólo existe una medicina, la que cura..."
Un saber que se cierra a lo nuevo, aún viejo y desconocido, corre el peligro de anquilosarse y cerrar sus puertas al devenir.

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