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martes, 29 de agosto de 2017

Aborígenes


 La verdad, por pequeña que sea, siempre será la verdad.

La reivindicación y derechos sobre la tierra de los aborígenes, reclamada desde el proceso de sistemática usurpación, a partir de 1492, no puede ser negada , como tampoco justificada.
En el siglo XX y en el transcurso del XXI los reclamos se sucedieron cada vez con mayor contundencia pública, a partir del advenimiento democrático en 1983, una mayor apertura hacia los derechos civiles y humanos y por lo tanto mayor conciencia social sobre la temática.
Este reclamo globalizado tipificado por la solución-acuerdo practicado y logrado por los Estados Unidos de América para con sus pueblos aborígenes: (http://crisolplural.com/2010/11/15/solucion-final-al-problema-de-los-indios-en-usa/)  acicateó el interés por hallar una solución, o por lo menos reclamarla, a los otros Estados Nación involucrados.
Este genuino reclamo puso en marcha, o quizás podemos decir que: “Aportó”, sin proponérselo, un nuevo ingrediente, que resultaría maleable para incorporarse a los intereses, políticos no indígenas, sobre la región del Cono Sur.
Hoy cuando se trata de clarificar la problemática colocando a sus integrantes en su justo lugar, aportar datos técnicos y científicos que respalden esos propuestas; esos mismos intereses, que ven peligrar los suyos, manejan los medios de información para hacer creer a la sociedad desprevenida, que sólo se trata de “Minimizar los justos derechos indígenas” motivo por el cual la sociedad en su conjunto reacciona y rechaza la propuesta o victimiza al portavoz de la misma.
En particular esto ocurre en un viejo conflicto geográfico entre dos países de dicha región Argentina y Chile, de larga trayectoria en litigios limítrofes.
El tema de los aborígenes Mapuche, focalizado en su país de origen, Chile; se proyectó, con esto se lograron los objetivos que llevaron a los Lonko, en 1860 a ceder, por conveniencia estratégica, ante la propuesta del aventurero Francés Antoine de Tounens de crear un Reino de Araucanía y Patagonia con sede en Francia, esto proyectaría internacionalmente sus reclamos.
El tema quedó en lo anecdótico, curioso y en la memoria colectiva, hasta 1978 que se crea en la ciudad portaría de Bristol, Inglaterra, la MIL una comisión de lucha internacional por el pueblo Mapuche.
A las puertas de un enfrentamiento bélico por el territorio usurpado de las Islas Malvinas la creación de una comisión que defendiera los derechos genuinos de los aborígenes, en este caso Mapuche de indiscutida nacionalidad trasandina; pero que podía discutirse y utilizar esto como: “Duda Razonable” en un posible litigio.
Utilizar esas “Banderas” fue afín a intereses de la corona inglesa en la región; se había cumplido el motivo por el cual, los lonkos, en 1860 dieran vía libre al aventurero francés para crear esta charada.
A los fines de la década de los ochenta el Príncipe heredero de la corona de Araucanía y Patagonia, también denominada “Nueva Francia”, el Príncipe Felipe, (Fallecido en 2010), se llegó a reconocer sus dominios y a confraternizar con sus Súbitos; se vivió por entonces un contraste, como sucede siempre cuando se mezclan intereses espurios,  entre la aceptación genuflexa, de algunos, y el repudio de otros.
Hoy lo que ningún antropólogo, historiador o genetista discute es que los Mapuche son de origen territorial Chileno; hasta donde se nos está permitido históricamente retrotraernos en la aplicación y los estudios del derecho internacional.
En la causa del Cono Sur debemos, como está establecido por nuestra constitución, acción a la que contribuí junto a Rogelio Guanuco, Eulogio Frites y otros luchadores de entonces, 1994 a modificar el Art.15 de la constitución presionando, asesorando a los Sres. Constituyentes en la ciudad de Paraná para lograr que se incorporara en el texto actualizado la Preexistencia de los pueblos indígenas.
Esto significa que el estado reconoce que al momento de la creación de nación Independiente, Argentina reconoce que en el territorio que sus fronteras políticas hacen propio, al momento de conformada dicha independencia, había en ella aborígenes.
Esto no significa, reconocer a todos los aborígenes del área o la región, solamente los asentados, a ese momento, (9 de julio de 1816) definitivamente en su suelo.
Y no basta, hoy con declamarlo, también debemos certificarlo, adquiriendo nuestra ciudadanía.

                                                                     

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