Heridas muy recientes, difíciles de
restañar, complican la gestión.
Desde
la perspectiva externa, como vecinos e Indoamericanos, estábamos todos
eufóricos y anhelantes por el acuerdo de paz logrado entre el gobierno Colombiano y las fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia, FARC. que por 52 años mantienen una beligerancia que se ha cobrado
más de 200.000 víctimas.
Los
estados más relacionados con la guerra, la mayoría estados fronterizos, han
optado por el SÍ; esta lectura es contraria a la lógica y razón, emergente de
un conflicto que ha sangrado al país por medio siglo.
Se observa una
cierta animadversión o rechazo contenido, de la sociedad colombiana al acuerdo
que el Presidente Santos ha firmado con líderes de las FARC; ahora frente a la
consulta que surgió de este plebiscito, no vinculante, dado que el gobierno
podía firmar el acuerdo sin la necedad de recurrir a este ejercicio
democrático, la respuesta social deja entrever el conflicto.
¿Estas son las causas de la
negativa del 63% o hay algo más?
En
primer lugar la sociedad colombiana sabía que el estado les estaba consultando
sin tener ninguna necesidad de hacerlo; este aspecto sugería hallarse ante un
artilugio político para convalidar un acuerdo que muchos ciudadanos, víctimas
de esa sucia guerra, no aprobaban.
La
guerra, presente en las víctimas, los heridos, sus familiares, amigos, no
pertenecía al pasado, es el presente; el
rencor y el odio latente se perciben a flor de piel.
Muchos
colombianos no aceptarían el paso, de los integrantes de las FARC, a la
condición de ciudadanos, integrantes de pleno derecho, de la sociedad que
diezmaron por más de cincuenta años.
Puede
ser una razón válida, de gran fuerza para algunos, pero una condición negativa
para el logro de una Paz genuina.
Este
no es un armisticio entre dos fuerzas beligerantes enfrentadas en un hipotético
frente de batalla; esta es una situación e4xtremadamente compleja de la
sociedad colombiana, en su conjunto quien deberá reconocer que tanto ambos
contendientes en este enfrentamiento son integrantes de su entramado social.
Les
guste o no, víctimas y victimarios, son o fueron, integrantes de esa sociedad
que se vio fragmentada, dividida, dolorida y asustada por más de medio siglo.
Ahora es necesario que esa sociedad, no
sus partes resentidas, la sociedad en su conjunto, desprovista de dolorosas
experiencias personales o familiares, especulaciones seudo-políticas, o
venganzas personalistas; ese ejercicio de cordura, sensates y humanidad es lo
que el mundo está esperando.
Que
la sociedad colombiana realice un profundo acto de constricción y permita que
se restañen las heridas en un nuevo entramado social del que surja el tejido de
la nueva sociedad colombiana.
En
un mundo donde jaqueado por la beligerancia y la estupidez humana, en la
búsqueda del interés monetario y el consumismo generalizado Colombia un país
Indoamericano puede demostrar que miramos hacia el futuro, con una perspectiva
diferente.
Vamos hermanos Colombianos, de ustedes
depende.
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