Buenos Aires, mí ciudad.
La Reina del Plata
Buenos
Aires hace años que dejó de ser la ciudad portuaria de antaño, aquella por la
cual nacías, “Porteño”; el paso del tiempo modificó el comercio, mientras la
industria y la tecnología, cambiaron las reglas del juego entre las grandes
potencias que se diputaban nuestros productos, en especial cárnicos.
El
porteño, genéricamente hablando es, para la sociedad global, aquel que vive en
la actual “Ciudad Autónoma de Buenos
Aires”, sin preocuparse si nació en ella; Tal como lo fue siempre para
nuestros con-provincianos.
Hoy,
Buenos Aires Capital; como lo fue para los de mi generación, hasta que las luchas
del poder político, quitó al ejecutivo nacional, el poder de designar jefe
comunal.
Así,
éste pasó a ser elegido por sufragio de los habitantes de la ciudad y se le
cambiaría a la denominación a la actual.
Los
porteños, de ahora, evalúan su pertenencia citadina por el amor a las cosas
simples que Buenos Aires nos ofrece y hace sufrir; por lo menos es aquello que
me sucede a mí que, estoy lejos de ella.
Sí,
los actuales “Porteños” en su gran mayoría somos producto de la migración
interior, en busca de la soñada Buenos Aires, donde uno se hace y no se nace.
Como
buen ejemplar del interior, provinciano, para que todos entiendan, llego a radicarme en
ella a los finales de la década de los setenta, recién llegado de un viaje
Latinoamericano.
Me
reencontré con mi familia, venida también del interior y nos instalamos en ella
en el barrio de Villa Urquiza, luego Vicente López y finalmente, La Boca.
Esto
sólo a título de que el lector sepa que soy un “Porteño moderno” quién, sin
embargo siente que tiene muy ganado ese rótulo, ya que nació en un puerto de
pescadores, inmigrantes Italianos, después
en la ciudad, en transición a la moderna Buenos Aires, viví como dije en su
puerto antiguo, hoy barrio de la Boca.
Sin
embargo, nada de esto adquiere importancia a la hora de evaluar ver o sentir
esa extraña relación amorosa que vivimos con la ciudad; será por aquello que
todo amor es conflictivo, complicado.
En
mi caso comenzó estando lejos de ella, de mi familia, de mis afectos y aún
continúa. Los pocos años, intensos que viví en ella fueron muy buenos.
Después
esa misma vida me llevó por un derrotero distinto, que yo no había programado
para mí, me fui a vivir a la Costa Atlántica, en el 95… aún extraño mi ciudad; si, mí ciudad, cada vez que podía regresaba, cuando los
años y mis achaques todavía no habían hecho estragos y podía tener autonomía
propia.
Siempre
ha sido un placer indescriptible para mí poder recorrer sus calles y sacar
fotografías de su arquitectura, la grandiosa ornamentación de casonas, verjas,
puertas, solía hacerlo para agrandar mi Banco de Imágenes, del que viví
profesionalmente varios años, allí donde está el fuerte de la industria
editorial.
Solía
recorrer Flores o Floresta, donde aún perviven los antiguos caserones y casonas
del Buenos Aires señorial de los siglos XVIII y XIX; haciendo fotografías de
esas construcciones, sus parques y jardines, que aún se conservan.
Así
como la Pizza, en Buenos Aires se siente única, sucede lo mismo con el café al
que estamos acostumbrados; como se imaginaran no existe otro lugar en América
donde se pueda tomar “Café exprés a la Argentina”, por lo
menos no en Sudamérica, y gran parte de E.E.U.U.
En
Chile inauguraron en el 76/77 el café Haiti Paseo Ahumada 140, Santiago exclusivamente para servir y
ofrecer el café expreso que no se consumía allí, cuando lo recorrí no se
conocía otra cosa que el Nescafé instantáneo y tuve la suerte
de estar presente para la inauguración del “Café con Piernas” por las pololas con minfaldas que atendían. Pero sólo era café, sin la impronta Argentina.
El café en cualquiera de los Bar Suarez de la ciudad o
en cualquier lugar en el que lo sirvan tiene un sabor y un espíritu distinto al
mismo café servido fuera de Argentina.
Ni hablar del ritual del café; cuando se habla de tomar un
café; se hace referencia al lugar o establecimiento, nó a la infusión de café,
En Buenos Aires, no es lo mismo reunirse
con un amigo en una confitería moderna, que hacerlo café Suarez de esmeralda y
Lavalle o en el Café de la Paz.
En cambio si se quiere saborear un buen café de fieltro, al
paso, te encontras con tu amigo en la esquina de Corriente y Talcahuano, para
ir a Ouro Preto; temprano por la mañana es el mejor horario para tomar un muy
buen café de fieltro; por la tarde suele estar recalentado.
San
Cristóbal, Montserrat, Constitución, San Pedro Telmo, toda ella me enamora; si la estupidez y la desidia de los políticos
no los lleva a quitarle ese encanto, seguirá siendo La Reina del Plata.
El disparador de esta nota fue el joven Gabriel Borghese, radicado en Italia que nos deleitó con la foto de sus Pizzas, mi mente rápidamente utiliza el fluir de la conciencia para conectar, mis sentidos y sentimientos, con la mejor pizza que comí en mis 74 casi 75 años de vida.
El disparador de esta nota fue el joven Gabriel Borghese, radicado en Italia que nos deleitó con la foto de sus Pizzas, mi mente rápidamente utiliza el fluir de la conciencia para conectar, mis sentidos y sentimientos, con la mejor pizza que comí en mis 74 casi 75 años de vida.
Existen
dos formas de degustar una Pizza, Clásica de mozzarella, con salsa o sin ella; también están las pizzas
“floridas” estilo Banchero, (Famosa cadena gastronómica)
u otros sitios de la ciudad, llamadas así por la variedad de elementos, juntos
o individuales, que las componen.
Después
de este párrafo es obligación especificar que para el que escribe sólo hay una
Pizza, la de Mozzarella, con o sin salsa;
las otras variedades son un sucedáneo para captar otros paladares para
el negocio gastronómico.
Sabores
agridulces con ananá u otras frutas o espinaca, cebolla; en fin hay para tos los gustos y
paladares, en cambio el hombre de Buenos Aires degusta la clásica mozzarella,
media masa, sin salsa con un toque de aceite de oliva, sobre la ya dorada mozzarella
y un suave
toque de orégano.
El
ritual del medio día, cuando las fluctuantes situaciones económicas lo
permitían: Se solicitan en la caja las porciones que uno espera comer, y un
vaso de “Moscato”, el vino dulce de postre, clásico acompañante de este bocado de Cardenal
que generalmente no comen los cardenales,
ya que no son de ver por las cuartetas y aquí es el único lugar donde
pueden hacerlo.
Esta
forma de comer dos o tres porciones de mozzarella con moscato no pude hacerse
todos los medios días por la pesadez que uno comienza a tener momentos después
no recomendable si debe seguir trabajando.
Para
esto no hay, envíos hay que pasar y, de parado, dorapa al mostrador, o
esperar y sentarse en las mesas individuales, si usted está solo; si por el contrario se encuentra en familia, o
con un grupo, puede pasar al salón comedor.
Por
el contrario si usted es de aquellos que les gusta un toque de salsa de tomate
sobre la mozzarella y masa a la piedra, deberá dirigirse a Güerrín, corrientes 1.300; para vos Gabriel que estás allá, la
podes encontrar en Güerrín Milán.
Por
supuesto que en ambas pizzerías podrá solicitar aquella variedad, al gusto que
usted prefiera, pero, cada casa de pizzas se especializa y logra atraer a sus
comensales permanentes con sus especialidades que, por su afluencia y el boca a
boca, convocan al turismo.
Yo
solía “Irme de “Tapas” como dicen en
España, al salir de la redacción, con amigos con los que trabajaba; durante el
año 92 la redacción estaba frente al obelisco, cerrito 520, así que para
engañar al estomago y llegar a mi casa a
cenar, fuera de los días de cierre de edición si salía a un horario prudencial;
dos porciones de pizza y el vaso de Moscáto, ya que siempre utilice transporte
público.
Oportunamente,
cuando puedo viajar a buenos Aires, tengo dos paradas obligadas, ver a mi
familia, hijas e hijos, mis nietas, nietos, después hacerme una escapada a Las
Cuartetas y Güerrín, absorber en pocas horas, un milésimo del bello
encanto caótico de la ciudad; como si intentara regresar a los buenos años, que
jamás, nunca jamás, regresan.
Pero
por un breve y fugaz momento, regreso a ellos, afectos, aromas y sabores, de mi
ciudad.
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