Peligro tóxico
en
las
Lámparas
de supuesto
“Bajo Consumo”
El
entredicho fue impuesto a nuestra
sociedad actual entre quienes alimentan
y motorizan el consumismo y nosotros, los consumidores; que, en este triste
caso, somos impotentes para rechazar, aquello que nos imponen.
Una
de sus últimas creaciones es un producto industrializado, realizado para
reemplazar a otro, sin “aparentes” mejores resultados.
Me
estoy refiriendo a las lámparas, mal llamadas de “Bajo Consumo”, que nos
obligaron a utilizar para suplantar las de “Incandescencia”.
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Debo
reconocer que han sabido recrear adecuadamente lo que ya se conocía para otros
usos y re-direccionarlo para convertirlo de consumo masivo; para hacerlo
desarrollaron una publicidad mentirosa que permitiera sacar del mercado las
viejas de incandescencia.
Es de bajo consumo,
un artefacto de iluminación cuando
entrega la luz requerida durante una unidad de tiempo determinada, ya que usted
paga así el servicio de electricidad urbana.
Empaque de lámparas
de 20 W que se publicitan, con lúmenes equivalentes a 100 W.
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Los
defensores alegan: que una lámpara de 20 W/h
entrega, las mismas unidades de luz = lúmenes que una de 100 W/h; una halógena
de 42 W/h entrega los mismos lúmenes que una de 60 W/h.
Si bien esta característica puede desde
el punto de vista puramente técnico medirse para saber sus parámetros, el ser
humano percibe la iluminación emitida, sus radiaciones de color y temperatura, mediante
sensores corporales, que van desde la vista, sensores perisféricos en la piel
que permiten el reaccionar del cuerpo a esos factores externos en el que el ser
humano se halla inmerso.
Esto
hace que cada individuo, como tal, reaccione a la luz de distinta manera; en
cambio todos los seres vivos reaccionamos mal al bombardeo constante de los
iones positivos.
Son
los iones negativos los que suelen
abundar en valles con buena vegetación y el correr de agua de un arroyo; o en
bosques con mucha foresta, valles y quebradas; iones que pueden ser producidos y
bombardeados en una habitación para producir un intercambi forzado que restablezca
el equilibrio natural.
Las
lámparas nuevas, no son nuevas sino el sistema de incandescencia utilizado en
letreros luminosos, (Allí
no se usaban con zócalos y los transformadores se ponían a la intemperie)
los tubos fueron readaptados con un sistema de rosca universal y encendido
hogareño.
Sistema
que ya existía, tan nocivo, venenoso e insalubre para las personas como la
nueva tecnología que nos obligan a consumir; me estoy refiriendo a los tubos
fluorescentes.
Estos
tubos de vidrio, llenos de gas flúor, gas que reacciona al ser calentado,
mediante dos pequeños filamentos internos en sus extremos, que luego de
encendido el gas, los filamentos se desconectaban.
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Las
lámparas de Mercurio para las luminarias urbanas, antecesoras de las de bajo consumo
pudieron salir antes por la sencilla razón que su balasto (Transformador) está
fuera de la lámpara en si misma sino en el artefacto que la contiene, dentro de
la tulipa, y por tener zócalo de rosca “Goliat” que no se usa para los hogares
que utiliza los “Edison”.
Cuando
se debían reponer por cualquier problema, se caían, o se rompían y soltaban el
polvillo del flúor que es venenoso y muy perjudicial.
También
se aconsejaba, en ambos casos,
cuidarse de los trozos de vidrio al romperse por el veneno pegado en ellos,
residuos de los gases de flúor y de mercurio.
Las
lámparas halógenas, en bulbos de vidrio al vacío, son variables no tan
perjudiciales para la vida, que recibieron el tratamiento de adaptarlas al
mercado hogareño.
Ahora
bien hasta aquí debemos reconocer que con una publicidad o “Propaganda”
engañosa, o al menos tendenciosa, nos obligaron, de la noche a la mañana,
compulsivamente a cambiar por un producto efectivo, probado y seguro, como lo
fueron durante décadas las lámparas de incandescencia, por otro, que sabemos
dañino y perjudicial para la salud.
Otras unidades como, los
fluorescentes, fueron retirados del mercado, pero el daño ya estaba hecho, como lo demostramos en “Los iones negativos y
la salud” campaña que emprendimos con el creador de las terapias iónicas en la
Argentina el Dr. Florencio Escardó, poco tiempo antes de morir.
Continué
por varios años difundiendo lo pernicioso de la iluminación lograda a través de
excitar un gas inerte.
Son
justamente estos artilugios luminiscentes convertidos hoy en riesgosas
necesidades que envenenan y matan silenciosamente generando al ambiente iones
positivos, perjudiciales para la salud,
de los organismos vivos.
En
América Latina, donde todo está por descubrirse, muchos despertamos recién de
nuestro sueño de mentiras; otros no
quieren saber para no ser tildados de paranoicos.
Los
Iones y su accionar sobre la salud, son abordados por especialistas y centros
asistenciales de todo el mundo, ya que los iones se hallan en el aire que
respiramos, su variable coexistencia nos afecta directamente y no se hace
necesario sumarle otros males.
La
verdad está allí, al alcance del interruptor de la luz, no tiene que ir más
lejos para darse cuenta del engaño articulado, que nos obligó a todos a
consumir algo que nos mata en silencio.
Un
mercado del consumo, en el cual nos incluyen como “Consumidores cautivos” por
la sencilla razón de no poder, ni tener, otra opción o alternativa; lo mismo
ocurre si usted quiere salirse del sistema de suministro y distribución de
electricidad domiciliaria.
Todos
son problemas e impedimentos.
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