En
este mundo …No siempre.
Hace unos días termine de leer
la traducción del “Evangelio de Judas”
(Iscariote)en la edición que realizo en forma especial, con la introducción de
Marvin Meyer, National Geografic; Ya había leído otros textos sobre este
hallazgo y el libro de Elaine Pagels y Karen L. King donde hacen mención a esta
traducción que por suerte, para mi satisfacción, me acercó un amigo.
Tener en posesión este material es, para la
humanidad, una segunda oportunidad para revertir errores del pasado, sin
embargo sí creo conocer a mis coterráneos el mensaje será desestimado.
Como es de esperar, desde
aquel 2006 comenzaron a aparecer traducciones del “Códice Tchatcos”, (Así se
denomina el conjunto de libros antiguos) que, como en este caso, contiene
entre otros textos, la traducción en copto (Egipcio antiguo), tomada de la
copia original en griego, que por lo que hasta el momento se sabe, se copió en
el Siglo II/III d.C. del “Evangelio de Judas”.
Muchas voces se hicieron
escuchar sobre la aparición de estas ediciones surgiendo calificativos de todo
tipo para denostar, descalificar estos trabajos.
Una de esas llamadas de
atención fue la de los profesores
Isla Carroll y Percy E. Turner de Estudios Bíblicos en el Departamento de
Estudios Religiosos en la Universidad de Rice, quienes no sólo cuestionaron la
edición sino la traducción. (Tema que
abordaré más adelante)
Recientemente
aconsejé leer el “Evangelio de Judas” a las nuevas generaciones, en un
intercambio de opiniones en Facebook; ahora quiero dar las razones por el cual
recomiendo su lectura.
Los que me
conocen saben de mi respeto por las opiniones personales, que cada uno adopta
para mantener la cordura y ecuanimidad en esta vida.
Esta forma
de negar y rechazar fue un artilugio utilizado en la época en la que este
evangelio se leía en las reuniones en los albores del naciente Cristianismo en
pugna con aquellos que se arrogaban la autoridad para crear una iglesia y darle
su forma según lo que creyeran adecuado.
Surgieron
los llamados “Padres de la Iglesia” quienes se habían nombrado a sí mismos o
fueran nombrados por sus pares “Obispos” y se dedicaban a negar todos los
textos que no respondieran a sus pensamientos radicales.
Esta época
oscura del cristianismo primitivo estaba plagada de muerte, luchas,
incertidumbre, intereses no siempre sanos y justos.
Uno de
esos “Padres de la Iglesia” en formación fue un destacado obispo de una remota
región de la Galia, (actual Francia) del
Imperio Romano, llamado Ireneo, (Como en
esa época las personas no usaban apellido era normal que la identificación se
realizaba por el lugar donde vivía o de procedencia, en este caso, Lyon.)
Ireneo de
Lyon, fue un defensor e impulsor de la naciente iglesia de Roma, fanático
perseguidor de los que para él profesaban ideas contrarias a aquellas que
intentaban imponer, donde la doctrina y las lecturas fueran dictadas y
autorizadas por ellos, únicos capaces de hacerlo.
Odiaba y rechazaba
todo lo que no se encuadrada con esas ideas o doctrinas, caratulándolas como
“Herejías”, en particular a quienes se oponían a la representación del clero y
a la estructura eclesiástica.
En su
tratado “Contra las herejías” del siglo II d.C. ya hacía mención a un texto que
circulaba entre unos herejes “Caínistas”, estos grupos seguidores de Caín,
supuestamente los investigadores no saben si existieron o fue un invento de
Ireneo.
Estos Evangelios recientemente puestos al
público nos aportan una cuota de verdad y seriedad en este mundo de intereses
encontrados que tanto daño hicieron.
Se dice que “… Nada
nuevo hay bajo el sol” el contenido de los Evangelios de Judas y María Magdalena estaban presentes,
en forma dispersa, fraccionada, subrepticiamente velada, en las ideas
“Gnósticas” en el pensamiento “Cataro”, (En
muchos textos primitivos que sobrevivieron como los de Nag Hammhadi) que
todo aquel que lleva la semilla de la duda sobre el devenir del mundo, conoce.
Debemos
tener en cuenta que la estructura del Cristianismo y la Iglesia, tal cual lo
conocemos hoy, fue el fruto de cientos de años de enfrentamientos donde los
ganadores impusieron a sangre fuego su propia historia.
Este hecho
no invalida la existencia de “Otra historia” que merece ser conocida y no puede
seguir siendo acallada
Estas
ideas totalitaristas y absolutistas que ocultaron la existencia de estos textos
y acallaron la voz de los hombres y mujeres que los respetaban, son las mismas ideas
que forjaron la creación posterior de la “Santa Inquisición”.
No
obstante, reafirmar estas ideas con las palabras directas, de primera mano,
sobre un personaje histórico tan estigmatizado como Judas Iscariote, de quién
las redactó hace dos milenios, es maravilloso.
Dos mil
años después estamos ante una verdad oculta que ahora podemos develar, atesorar
y utilizar para revertir pensamientos nefastos que el hombre utilizó para sus
propios intereses mezquinos.
Quizás
nada cambie, todo siga igual, pero para aquel que los lea con mente abierta y
un dispuesto corazón a entender y aceptar, nada será igual en lo sucesivo; quizás
entonces la verdad nos hará libres.
Como siempre
digo, de nosotros depende.
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